¿Hacia donde?. ¡Vamos!
“Vamos a andar para llegar a la vida”. S. RODRIGUEZ
¿Y porque no?. Para andar hay que animarse a dar pasos. Tal vez Ud. que se encuentra transitando (y lo de transitar ya es andar), encontrara que no es un camino lineal, que en el recorrido hay avances y retrocesos, que cada dos hacia adelante, sobreviene otro hacia atrás. Y ese retroceder, que es padecer, lo hace dudar. Pero dudar puede tener su función, si no es obsesión, y si por el contrario permite cuestionar algunas cosas que dábamos por ya sabidas.
Andar, transitar , , es una apuesta, un riesgo, una elección, y hasta una transgresión, que pone en tela de juicio esa forma de entender (sin comprender) su papel en esa vida que se había construido, y a la que hallaba tan ¿segura?. Donde lo único seguro era tener lo mas alejado posible aquello que Ud. sin saberlo sentía. Por algo ese dicho popular: -“ a seguro se lo llevaron preso”.
Para andar hay que hundir a ese ser egoísta y perezoso que se con-formaba con la suerte del poco pan que le tocaba invivir.
¿Cuánto andar?. ¿Cuál es el fin?. ¿Cuál es su limite?. Preguntas que, tal vez, algunos ,se llegaran a formular en algún momento de su análisis. Pero para interrogarse sobre el “hasta donde”, de “cual es el fin ”, primero hay que andar.
La invitación es a transponer esa soledad en la que se halla inmerso. Busque a alguien, a un Otro, interróguelo, confronte su punto de vista, relativice sus certezas, deje subir a ese sujeto que tiene encarcelado debajo de lo que aparenta ser, y que le impide sentir, amar, cambiar y deslizarse por los mares de la vida, de las palabras, del decir. Mar que no es sin temporales. Y que sea: “cada palabra desatando un temporal. Para andar hay que sumergirse en ese mar de las palabras.
“Vamos a andar para llegar a la vida”. S. RODRIGUEZ
¿Y porque no?. Para andar hay que animarse a dar pasos. Tal vez Ud. que se encuentra transitando (y lo de transitar ya es andar), encontrara que no es un camino lineal, que en el recorrido hay avances y retrocesos, que cada dos hacia adelante, sobreviene otro hacia atrás. Y ese retroceder, que es padecer, lo hace dudar. Pero dudar puede tener su función, si no es obsesión, y si por el contrario permite cuestionar algunas cosas que dábamos por ya sabidas.
Andar, transitar , , es una apuesta, un riesgo, una elección, y hasta una transgresión, que pone en tela de juicio esa forma de entender (sin comprender) su papel en esa vida que se había construido, y a la que hallaba tan ¿segura?. Donde lo único seguro era tener lo mas alejado posible aquello que Ud. sin saberlo sentía. Por algo ese dicho popular: -“ a seguro se lo llevaron preso”.
Para andar hay que hundir a ese ser egoísta y perezoso que se con-formaba con la suerte del poco pan que le tocaba invivir.
¿Cuánto andar?. ¿Cuál es el fin?. ¿Cuál es su limite?. Preguntas que, tal vez, algunos ,se llegaran a formular en algún momento de su análisis. Pero para interrogarse sobre el “hasta donde”, de “cual es el fin ”, primero hay que andar.
La invitación es a transponer esa soledad en la que se halla inmerso. Busque a alguien, a un Otro, interróguelo, confronte su punto de vista, relativice sus certezas, deje subir a ese sujeto que tiene encarcelado debajo de lo que aparenta ser, y que le impide sentir, amar, cambiar y deslizarse por los mares de la vida, de las palabras, del decir. Mar que no es sin temporales. Y que sea: “cada palabra desatando un temporal. Para andar hay que sumergirse en ese mar de las palabras.
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