jueves, 23 de abril de 2009




Ella llevaba mucho tiempo sin llorar. Demasiado tiempo y líquido acumulado.
Un día de sus ojos brotaron dos lágrimas, se acercó el pañuelo y se las secó.
Volvieron a asomarse dos gotas nuevas, pero esta vez el pañuelo no fue suficiente.
De sus ojos brotaba tristeza a borbotones. Cogió una toalla y se hizo un torniquete.
Ya no emanaba líquido de sus lacrimales, se metió tranquilamente en la cama y durmió.

A la mañana siguiente apareció muerta. Su cuerpo estaba encharcado por dentro. Murió ahogada.

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